Press "Enter" to skip to content

Mes: abril 2019

La bandeja y la recopilación consciente (GTD #10)

Tiempo de lectura: 3 minutos

En el último artículo de esta serie sobre GTD, expliqué por qué el proceso de recopilación es una técnica efectiva de gestión de memoria. Capturar todo aquello que tenga apariencia de «incompleto» o de tarea potencial, recopilar cualquier cosa pendiente de hacer, nos permite al menos sacarlo de la cabeza, que no es poco. Y cualquier sistema que permita liberar nuestra mente para ocuparla con otras tareas más productivas, siempre es una buena idea. Por lo tanto, recopilemos.

Además, decíamos que no solo recopilamos en modo digital las ideas o tareas utilizando nuestras herramientas informáticas favoritas, sino que también las cosas del mundo físico también pueden ser objeto de recopilación. Abstractos o físicos, los objetos deben ser capturados en un lugar confiable, y además conviene hacerlo, en la medida de lo posible, en el mismo instante en que aparecen.

Del proceso de recopilación, aparentemente simple, hay sin embargo mucho de qué hablar. Sobre la recopilación de tareas en un programa informático seguramente ya sabemos mucho. En la categoría de «productividad», el catálogo de aplicaciones para mantener listas de tareas es casi infinito. Tendrán su momento y espacio en este blog.

Sin embargo, siguiendo el orden propuesto en el libro de David Allen (muy acertado, por cierto) para hablar de utilidades de recopilación, me gustaría empezar a compartir algunas de las herramientas de «baja tecnología» propuestas por el autor. Siempre entendemos «baja tecnología» como soluciones no digitales. Y hoy hablaré simplemente de las bandejas. Sí, de esas que tenemos sobre el escritorio.

Shares

Lorem ipsum, Underwood y otras manías productivas

Tiempo de lectura: 5 minutos

¿Influye el formato y diseño en la redacción final de un texto? ¿Es importante la herramienta concreta que se utiliza para la producción de contenido escrito? En principio podríamos pensar que se trata de cuestiones independientes. Suponemos que la calidad de un texto depende exclusivamente de la capacidad del autor, de sus conocimientos, de su imaginación y de su dominio de las técnicas de escritura; todas habilidades que nada tienen que ver con las aplicaciones informáticas utilizadas o con el contexto general y espacio de trabajo en el que tiene lugar la creación. Pero esta es solo la teoría. Los detalles importan y mucho. Que cada maestrillo tiene su librillo y cada bloguero sus manías. Y que yo tengo las mías, una tiene que ver con el texto Lorem ipsum y otra con las históricas máquinas de escribir Underwood.

Cada maestrillo tiene su librillo…

En la práctica, a algunos no nos vale cualquier procesador de textos. Cada vez son más populares las aplicaciones que nos permiten redactar sin distracciones, con unas tipografías determinadas, con tamaños de letra específicos y sobre un color de fondo perfectamente ajustado, buscando el mejor entorno para la escritura, o al menos uno cómodo y relajado que precisamente nos permita concentrarnos en lo importante: el texto que estamos escribiendo.

No es nada extraño. Sabemos que algunos autores necesitan música para escribir. Otros el silencio más absoluto. Muchos creadores necesitan un entorno físico espartano, sin distracciones, una habitación con una distribución bien estudiada o un escritorio minimalista, libre de objetos y tentaciones. Unos pocos se ayudan de herramientas para elaborar esquemas o diagramas previos a la redacción de sus textos. También hay quien utiliza plantillas ya definidas para pautar sus contenidos. En definitiva: sabemos que una cosa es el texto y otra su formato, pero también es cierto que una buena elección de los detalles de diseño, estructura y espacio de trabajo en general pueden influir de forma muy positiva en la calidad final de los textos. Cada maestrillo tiene su librillo, como dice el refranero español.

Shares