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¿Recuerdas cuándo fue la última vez que tecleaste algo con una de aquellas Olivetti? Y para no pocos lectores quizá la pregunta sea si han utilizado alguna vez una máquina de escribir. En la historia ha habido marcas míticas. Muchos escritores, lógicamente las utilizaron. Isaac Asimov escribía con una IBM Selectric y dicen que tenía una en cada uno de sus apartamentos para no tener que cargar con ellas. Ernest Hemingway utilizaba una Underwood Noiseless Portable. Agatha Christie empleaba una Remington Home Portable No. 2. para escribir sus novelas y la escritora Danielle Steel sigue escribiendo actualmente con una 1946 Olympia manual. Merece la pena leer un post suyo de 2011, «21st Century», lamentándose de sus problemas con la tecnología moderna.
Y cuando hablo de estas máquinas de escribir legendarias, me refiero a los modelos mecánicos, porque con el tiempo fueron apareciendo versiones electrónicas, algunas con diminutas pantallas e incluso con opción de borrado. En cualquier caso, creo que todo el mundo ha oído hablar o al menos ha tenido la oportunidad de ver una máquina de escribir, aunque haya sido en el trastero de una familiar o en alguna película. Todo el mundo está de acuerdo en que algo tienen de especial.
Ahora estas máquinas deben caer seguramente en la categoría vintage. Apostaría lo que fuera a que todavía hay algún nostálgico que las utiliza. Y para los nostálgicos es este artículo. La máquina y tú. Escribir y solo escribir. ¡Clac, clac, clac!
Máquinas de escribir con limitaciones… muy productivas
En la actualidad estamos ya más que habituados a utilizar un procesador de textos en nuestro ordenador. Con él podemos crear documentos utilizando un catálogo casi infinito de tipografías, diferentes tamaños de letras y variedad de colores. Y podemos componer el texto de mil formas: a doble columna, con el texto en cualquier dirección, etc. Y todas estas funcionalidades son precisamente la trampa productiva de los procesadores de texto.
Nada de esto era posible con las antiguas máquinas de escribir y, sin embargo, tenían su encanto. De hecho, si por casualidad nos encontramos con una, no podemos evitar la tentación de teclear con ella. Será el ruido: ¡clac, clac, clac! O será la letra imperfecta impresa en el papel a golpe de tipos. Curiosamente, no las recordamos negativamente, destacando sus limitaciones. ¡No podíamos borrar! (al menos con los primeros modelos).
Con la máquina de escribir no era posible rectificar lo que ya había sido impreso en el papel, así que no quedaba otra que pensar bien lo que se iba a escribir. Cada pulso de tecla era definitivo. Insisto: había que pensar bien antes de escribir… ¡Qué pronto perdimos esa buena costumbre! Y qué pronto la reemplazamos por una peor: escribir y rectificar, en bucle, aplicando la técnica de prueba y error. Lo que en principio iba a ser una virtud en los procesadores de textos informáticos, al final creo que ha terminado siendo un obstáculo. Al menos, si nuestra tarea es exclusivamente la de redactar un texto, no estoy demasiado seguro de que escribir con Microsoft Word o un programa similar sea mucho más productivo que utilizar una máquina de escribir.
De acuerdo. No estoy sugiriendo viajar atrás en el tiempo cuando tengamos la necesidad de escribir un texto. Pero si propongo utilizar algunos de los programas que está diseñados para escribir al menos sin las distracciones de los procesadores de textos «modernos». Estos últimos cuentan a veces con demasiadas opciones de formato que acaban siendo una pérdida de tiempo. Cambiar tipos de letra, colores y formatos de párrafo, es la procrastinación en estado puro. La trampa productiva de la que hablaba.
En este blog ya he hablado de Scrivener y editores de textos diseñados para esos momentos en los que lo importante es escribir y sólo escribir. Pero es cierto que en la introducción prometía que este sería un post especial para nostálgicos de las máquinas de escribir. Y aunque la experiencia real sería lógicamente adquirir una de estas máquinas para redactar nuestros textos, si no queremos gastar dinero o no tenemos espacio en casa espacio colocar una de estas joyas, podemos utilizar Winston, un genial simulador con varias opciones de personalización.
Winston: disfruta, escribe, repite.
Winston es un simulador de máquina de escribir para macOS, y se presenta como una herramienta perfecta para llevar a cabo una única tarea: escribir. Además, escribimos sin perder la concentración, sin el constante gesto de retroceder ni tener que preocuparse en exceso por el texto, juzgándolo demasiado pronto y desechando pensamientos que podrían finalmente ser grandes ideas. Winston es una máquina de escribir virtual para poner la imaginación en “papel”, sin importar demasiado el resultado que estamos dejando por escrito.
Con Winston podemos escoger entre una variedad de tipografías (Classic, Médium Weight, Bold y Modern), sonidos (Classic, Light Touch, Light Touch Alternative, Heavy Touch y Loud & Clanky), tipos de papel (Pristine: folio blanco e impoluto; Crumpled: folio arrugado y algo oscurecido; y Sepia: el típico ocre sepia o marrón sepia) y fondos o ambientes (Sunset, Green y Blue) más adecuados a nuestro estilo. Todos los ambientes tienen un efecto bokeh, difuminando el fondo, simulando que nuestros ojos enfocan las palabras en el papel.
Personalmente, yo me quedo con la tipografía Classic, sonido Classic, papel sepia y fondo Sunset. Y activo las opciones de «Auto Wrap Text» para que ajuste el texto, habilito «Amend Text», para poder borrar, deshabito «Show Text Cursor» para no mostrar ningún cursor y habilito «Show Ribbon Animation» y «Show Paper Animation» para disfrutar de las animaciones, que dan algo de realismo a este simulador de máquina de escribir. De hecho, podemos hacemos rodar el carro de la máquina haciendo scroll con el ratón
Por supuesto, contamos con las opciones de importar y pegar texto (que no tiene mucha gracia. Lo suyo es teclear…) y opciones para guardar e imprimir el texto. Es interesante que podamos guardar y abrir el texto como proyecto (archivo .winst) y que sea posible activar el autoguardado (autosave). También es bastante práctico poder copiar el texto al portapapeles del sistema, que seguramente será lo que hagamos después de redactar nuestro texto. Y si necesitamos conocer en todo momento la extensión del texto escrito, en la zona inferior derecha podemos activar el contador de palabras.
Aunque también es verdad que lo singular de Winston es simular una máquina de escribir real. Y para ello, cuantas menos opciones adicionales activemos, mayor será la experiencia real.
Disfruta. Escribe. Repite. 🙂
Ese parece ser el lema de Winston: Enjoy. Write. Repeat. 🙂
Y es que la máquina de escribir es música para los oídos.
Winston | www.rengelbert.com/winston
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Fotografía «Máquina de escribir» | rawpixel en Pixabay
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