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Ocho en punto

Elogio del papel: 10 ventajas de anotar en una libreta

Tiempo de lectura: 4 minutos

Una libreta puede ser un diario, un registro para nuestras listas de tareas, una agenda, un planificador de proyectos, un laboratorio de ideas, etc. Y adecuadamente personalizada, puede ser un perfecto sistema integrado de organización personal que incluya todos estos elemento que he comentado. Sin lugar a dudas, una libreta es una de las herramientas más versátiles que existen. Y hablamos en este artículo de la libreta física, porque en los tiempos que corren hay que especificar, y lo excepcional parece ser lo físico frente a lo virtual.

Yo recomiendo tener al menos dos libretas: una pequeña que poder llevar a cualquier sitio y otra mediana (nunca demasiado grande) para casa o para el trabajo. La primera puede servir para breves anotaciones, para capturar todo aquello que se nos ocurre en cualquier momento y que no queremos dejar escapar. La segunda, de mayor tamaño, la podemos utilizar para reunir y organizar mejor la información.

Hay libretas de todos los tamaños, colores y formas. Personalmente, a mí me gustan las libretas con páginas punteadas; nada de cuadros o líneas. En particular, me gustan las libretas Moleskine, pero hay infinidad de modelos para todos los gustos y necesidades. Siempre tengo una libreta pequeña y otra de tamaño clásico.

Las herramientas de baja tecnología (no digitales) son cada vez más valoradas y de todas ellas, la libreta es probablemente la más utilizada. Es un elemento que no puede faltar en cualquier kit básico de productividad que se precie. Quizá no sea el protagonista, pero sí un personaje esencial.

Tu mente está para tener ideas, no para guardarlas.
― David Allen

10 ventajas de la libreta física

Escribir en papel tiene muchas ventajas, algunas obvias, otras no tanto.

  1. Sencillez. La libreta de papel es una herramienta fácil de utilizar. No entraña ningún misterio y eso es indiscutible. Solo necesitamos un lápiz o un bolígrafo para escribir en ella. La libreta ofrece una opción minimalista frente a los complejos sistemas digitales para organizar la información. Simplicidad frente a dificultad innecesaria.
  2. Desconexión. De vez en cuando necesitamos (debemos) desconectar de pantallas y de dispositivos electrónicos en general, especialmente de aquellos que están permanentemente conectados a la Red. Pasar un día entero offline, fuera de Internet, cada día parece más difícil; supone toda una hazaña. La libreta facilita poder trabajar con calma, sin el ruido digital al que ya creemos habernos acostumbrado.
  3. Concentración. Si utilizamos una libreta, reducimos las distracciones habituales de las dichosas notificaciones que muestran algunas aplicaciones y nos podemos alejar del programa o el juego que nos tienta constantemente. La páginas de una libreta ofrecen la simplicidad que necesitamos, para contrarrestar el exceso de información del mundo digital.
  4. Salud. Escribir a mano presenta varios beneficios para la salud. Al parecer, se activan más regiones del cerebro que cuando pulsamos las teclas del ordenador. Se estimulan el área visual, las habilidades motoras y las cognitivas. En cualquier caso, escribir a mano no es perjudicial; desde luego no más que hacerlo con un ordenador.
  5. Creatividad. Dibujar siempre es relajante y escribir a mano de algún modo es dibujar letras. Además, es una oportunidad para mejorar nuestra caligrafía. El arte de escribir se ha ido perdiendo en favor de los formatos digitales. La libreta es un lienzo y una oportunidad para expresar en ella nuestras ideas de forma creativa. Frente al carácter impersonal de las tipografías digitales (y el tiempo perdido seleccionando una), la libreta es un formato flexible y sobre sus páginas cada trazo es único.
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Decálogo para un día efectivo: de las prioridades al ritual de cierre

Tiempo de lectura: 5 minutos

Si al hacer balance del trabajo al final del día no solo deseamos haber hecho las cosas bien, sino que además queremos haber hecho bien las cosas correctas, entonces nuestro objetivo era ser efectivos. José Miguel Bolivar recordaba hace unos años las diferencias entre eficiencia, eficacia y efectividad y vuelvo a ellas de vez en cuando para reaprender estos conceptos.

En este artículo quiero presentar un decálogo para un día efectivo; un día en el que no solo somos eficientes haciendo las cosas, encontrando la mejor relación entre recursos y resultados, sino también un día en el que somos eficaces, porque seleccionamos correctamente las tareas que realizaremos y que nos permiten avanzar en nuestros objetivos. Efectividad va de eso precisamente: de hacer bien las cosas correctas, de afrontar nuestro trabajo con eficiencia y eficacia.

Este es mi decálogo personal con puntos muy prácticos: desde el momento de establecer las prioridades del día hasta el ritual de cierre al finalizar la jornada. He intentado resumir en él cuestiones que me gusta tener en cuenta durante todo el día en materia de organización personal.

  1. El día debe empezar marcando las prioridades. En este primer paso conviene no caer en la trampa de considerar solamente el contexto de trabajo; también hay prioridades en otras áreas de responsabilidad: personal, familiar, proyectos, etc. Podemos concretar las prioridades del día fijando tan solo tres tareas muy importantes que obligatoriamente deberemos realizar. Para definir mis prioridades y tareas más importantes del día utilizo Day One y apenas me lleva cinco minutos.
  2. Alinear nuestra agenda con nuestra lista de tareas es el siguiente paso para lograr un día efectivo. Primero consultaremos nuestra agenda para comprobar el tiempo real disponible para avanzar en las tareas. En este punto estamos planificando el día, dejando incluso algo de aire para posibles imprevistos. Conviene seleccionar tareas con responsabilidad, siendo realista sobre los huecos que nos ofrece el día. Para mi agenda utilizo la aplicación Calendario de macOS e iOS, y para gestionar mis tareas y proyectos utilizo Things.
  3. No se hace absolutamente nada que no esté en nuestra lista de tareas. No hay excepciones. Y si llega un imprevisto, también se anota antes de ponernos con él, intentando siempre terminar lo que teníamos entre manos o dejándolo en un punto que nos permita continuar más adelante sin problemas. También durante el día debemos estar alerta y no dejar que se cuele ninguna tarea que no lo es. Sabemos que a veces hay ideas que se camuflan con el aspecto de tarea, pero que realmente ni son urgentes ni importantes.
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Cómo alinear tu agenda y tu lista de tareas

Tiempo de lectura: 3 minutos

Una situación que produce mucha frustración es llegar al final del día y comprobar que no hemos podido terminar todas las tareas que nos habíamos propuesto. Mantener guardadas nuestras tareas en una lista, sea en papel o con la aplicación de turno, no garantiza absolutamente nada. Si no realizamos una gestión adecuada de las tareas teniendo en cuenta también la agenda del día, cualquier intento de organización se irá al traste. ¿No sería mucho más satisfactorio seleccionar para hoy un grupo de tareas que sabemos que podemos terminar? Pensémoslo: tachar todas las tareas al final del día y no tener que posponer ninguna. Qué sensación…

En teoría, la solución a este problema es sencilla: solo es cuestión de equilibrar agenda y lista de tareas, siendo responsables y honestos con lo que vamos a ser capaces de hacer durante el día, metiendo en la ecuación tiempo y energía. En general, tendemos a subestimar el tiempo que requieren las tareas, pero también solemos sobrestimar el tiempo disponible durante el día. Y estos dos elementos, en combinación, hacen que caigamos en la misma trampa cada día.

En primer lugar, conviene observar nuestra agenda para hoy y calcular el tiempo que tendremos disponible para realizar las tareas. No es lo mismo un día con reuniones que otro sin ellas. Si eres profesor como yo, no es lo mismo un día con todas las horas de clase que uno algo más despejado. Y en general, no es lo mismo un día de trabajo que uno libre. Estas comparaciones pueden parecer una obviedad, pero muchas veces las olvidamos cuando planificamos el día de trabajo.

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Dos pasos atrás para mirar con perspectiva

Tiempo de lectura: 2 minutos

No dejes que un mal día te distraiga de todo el progreso que has hecho hasta ahora. Esta ilustración de Liz + Mollie nos recuerda la importancia de analizar cada proceso con perspectiva, porque en muchas ocasiones, el balance final es lo que importa.

Cuando alcanzamos nuestro objetivo, la satisfacción que sentimos suele acabar difuminando aquellos días en los que no conseguimos avanzar.

Cuando completamos un proyecto de cierta envergadura, las jornadas en las que no cumplimos con las tareas, los errores puntuales que cometimos y los pasos atrás que tuvimos que dar pasan a un segundo plano. Decimos, muy acertadamente, que eran parte del aprendizaje.

No permitas que un día improductivo eche por tierra el trabajo de meses.

Necesitamos datos para poder hacer correctamente balance del progreso. Y un día no es suficiente. Además, a veces es necesario un día malo para corregir la dirección. Hacer balance es dar un paso atrás para poder mirar el problema (el proyecto) con perspectiva.

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