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Enero es tiempo de muy buenas intenciones. Son populares los propósitos de Año Nuevo, esos que empezamos a dejar de cumplir el día 3. En general, el comienzo de cualquier periodo suele ser una buena excusa para proponernos el reto de empezar nuevos hábitos. Sin embargo, la frustración no suele tardar en llegar. La falta de claridad y planificación en nuestros propósitos, la rigidez y el exceso de disciplina o simplemente la (mala) elección del día para empezar, suelen provocar que abandonemos cuando apenas habíamos empezado.
Decía Aristóteles que somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito. Por tanto, nuestros hábitos, malos o buenos, nos definen. De ahí la importancia de hacer bien el trabajo de definir bien nuestros hábitos.
Traigo algunas reflexiones sobre los hábitos que suelo tener en cuenta cuando elaboro una lista, no de propósitos, sino de buenos hábitos que me gustaría introducir y de otros que quisiera mantener o mejorar.
Contenidos
1. Ten un motivo
En primer lugar, debemos tener claro el motivo. ¿Por qué queremos incorporar un nuevo hábito? ¿Realmente es recomendable? ¿Es solo una moda? La propuesta de una nueva lista de hábitos para este año debería surgir de nuestra propia reflexión, pensando bien en qué queremos mejorar. Sin embargo, es bastante habitual buscar la inspiración en alguna lista infinita de esas que circulan por Internet cada 1 de enero y tener la tentación de introducir todo lo que en ella aparece. Ante todo, moderación. Quizá esa propuesta de hábitos ajena no está hecha para nosotros.
Como ilustra esta obra de PJ Milani, ganarle la partida a algunos aspectos de la vida depende de tus hábitos.
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2. Pocos y poco a poco
Es recomendable hacer una lista razonable de los hábitos que queremos introducir o de aquellos que nos gustaría seguir mejorando. En este caso, se cumple la máxima de menos es más y limitar la cantidad de nuevos hábitos evitará muchas frustraciones. Mejor empezar con unos pocos hábitos, nunca los más difíciles. Además, conviene ir incorporándolos de forma progresiva: uno nuevo cada semana, o cada mes, dependiendo del tipo de hábito.
De uno en uno, como recuerda esta ilustración de Mounika.studio.
— Mounika.studio (@mounika_2000) February 12, 2022
3. El orden importa
El orden que seguimos para incorporar nuevos hábitos importa. Por eso es fundamental disponer de una lista completa de los hábitos que queremos desarrollar. Tenerlos todos a la vista nos permite planificar bien la secuencia más efectiva. Como comentaba, empezar con los más difíciles no parece una buena idea. Si queremos introducir un par al principio, podemos valorar qué dos hábitos son los más compatibles y presentarán menor dificultad a la hora de llevarlos a cabo juntos.
4. Hazlo medible
Para poder medir, hay que concretar. Debemos definir los nuevos hábitos de tal forma que podamos medir de algún modo su realización. Es importante concretar su definición. Por ejemplo, el hábito “estudiar más” es demasiado amplio; puede significar cualquier cosa. Sin embargo, una definición como “estudiar japonés 45 minutos todos los días” es mucho más específica y nos permite marcar la acción como realizada, sin ambigüedades. Estamos indicando bien el qué, el cuándo y durante cuánto tiempo. Lo podemos medir.
La medición de los hábitos puede ser numérica o literal, pero debemos especificarla. Si nuestro objetivo es andar todos los días un número mínimo de kilómetros, lo podemos expresar con un número. Pero si tan solo queremos anotar si hemos realizado una determinada acción, como simplemente tirar la basura o reciclar, basta con un sí o un no. Sobre todo, conviene no hacer el sistema más complejo de lo necesario. En el equilibrio está la virtud. Si diseñamos un sistema para el seguimiento de los hábitos demasiado sofisticado, al final terminaremos abandonándolo.
5. Sé constante
Determinar la frecuencia puede ser una de las formas de medir la realización o no del hábito. Si nuestro objetivo es hacer ejercicio físico tres veces por semana, nuestra meta numérica es 3 cada semana. Podemos definir también hábitos con carácter quincenal o mensual. Sin embargo, entendemos por hábito una acción que queremos realizar a diario o varias veces por semana. Es en la constancia diaria donde reside el reto.
«Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito.» – Aristóteles
6. Sé honesto: sobre mínimos y máximos
Especificar la duración también es una forma de medir el logro con un determinado hábito. Quizá nuestro objetivo es leer 30 minutos todos los días. En ocasiones, no es suficiente con un simple sí o no para anotar si hemos realizado una tarea considerada como hábito.
Podríamos leer durante un par de minutos y parece demasiado honesto marcar la acción como un logro. Es cierto que algo es más que nada, pero no tiene sentido engañarnos a nosotros mismos; nuestro objetivo es mejorar nuestros hábitos. Si nos proponemos leer a diario, lo lógico es marcar una duración mínima. Habrá, sin embargo, otros hábitos que tendrán una duración máxima, como el tiempo de uso del teléfono móvil, que siempre conviene reducir.
7. Disciplinado, pero flexible
Ser flexibles también debe ser parte del plan, tanto con la frecuencia como con la duración —si la tienen— de los hábitos. No hay que ser tan estricto. Debemos darnos cierto margen para no perder la motivación a la primera de cambio.
Personalmente, me gusta aplicar la regla de los 2 días. Consiste en que nos podemos permitir no realizar el hábito durante un máximo de un par de días. Esta regla es muy efectiva, sobre todo cuando son varios los hábitos que queremos desarrollar. De algún modo, elimina un poco de presión. Algunos días no podremos llevar a cabo todos los hábitos por algún imprevisto, falta de tiempo o de motivación.
De este modo, con la siempre regla de disponer 2 días de margen, podemos dedicar tiempo a ciertos hábitos dejando otros en espera. En la práctica, quizá solo estemos un día sin realizar el hábito, y nada impide ponernos con él al día siguiente. Hay que dejar cierto aire. Se trata de desarrollar hábitos, no de seguir un rígido sistema.
8. ¡Empieza ya!
Empieza en cualquier momento. No esperes al 1 de enero o al 1 de septiembre. Empieza hoy mismo. En general, solemos elegir una fecha típica de inicio de algo: comienzo del curso, primer día de trabajo, primer día del año, primer día de la semana, etc. Sin embargo, no hay peor día que un lunes o un 1 de enero para empezar con un nuevo hábito. Empieza cuando sea, en cualquier momento, cuando te sientas más motivado. A veces nos pueden las manías y empezar hoy domingo 8 de enero nos resulta extraño. ¿Por qué no?
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Ilustraciones | Tablón | Diana y flechas
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