Gran parte de las interacciones cortas con el smartphone se deben a las notificaciones. Normalmente consultamos el móvil porque una alerta visual, sonora o vibrante capta nuestra atención y nos avisa de una actualización en nuestras redes sociales, de la recepción de un nuevo correo electrónico o de la entrada de una llamada telefónica, entre otras decenas de posibilidades. El artículo presenta tres reglas básicas para hacer de las notificaciones una función útil en nuestro smartphone.
Etiqueta: interrupciones
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Las redes sociales han entrado en nuestras vidas y parece que lo han hecho para quedarse. Cualquier que esté más o menos inmerso en el mundo digital, seguro que ha participado en alguna ocasión en más de una red social del amplio catálogo que nos ofrece Internet; tanto redes sociales más «generalistas» como Facebook, Twitter o Google Plus, así como redes de temática más específica como Instagram, LinkedIn o Pinterest.
De todas ellas, Twitter se presenta como una plataforma de microblogging. Podemos publicar contenidos en 140 caracteres. Y quienes utilizamos este canal, insistimos: Twitter es mucho más que «decir lo qué estás haciendo». Cualquiera que haya profundizado en esta herramienta, convendrá conmigo que se trata de un lugar de encuentro de opiniones — una especie de patio virtual —, también una fantástica fuente de información y por supuesto nunca deja de ser una red de contactos. En Twitter podemos seguir las publicaciones de un amigo, de un conocido, de un famoso o de una marca. Y, por supuesto que podemos también compartir aquello que pensamos o hacemos en un momento del día. En general, los perfiles en esta red social son públicos y cualquier que visite el perfil de un usuario puede leer todo aquello que publica. Precaución en cualquier caso.
Muchas veces, entre tarea y tarea, doméstica o de trabajo, abrimos Twitter simplemente con la única intención de lanzar un tuit y volver a la actividad que habíamos interrumpido. Peligroso. En Twitter tan interesante es poder publicar como revisar lo que otros escriben y apenas un gesto, muchas veces inconsciente, nos puede hace caer en la tentación. Y el desastre productivo esa misma tarde queda garantizado.