Gran parte de las interacciones cortas con el smartphone se deben a las notificaciones. Normalmente consultamos el móvil porque una alerta visual, sonora o vibrante capta nuestra atención y nos avisa de una actualización en nuestras redes sociales, de la recepción de un nuevo correo electrónico o de la entrada de una llamada telefónica, entre otras decenas de posibilidades. El artículo presenta tres reglas básicas para hacer de las notificaciones una función útil en nuestro smartphone.
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El mundo se divide en tres grupos de personas. Unas son las que esperan hipnotizados mientras el pan se hace en la tostadora. Otras son aquellas que dedican esos segundos de espera a otras tareas: preparar un zumo, poner azúcar al café o consultar el timeline en Twitter. Puede parecer un ejemplo absurdo, pero algo dice de aquellos que caen en un grupo o en el otro. En cualquier caso, el susto de infarto cuando las tostadas deciden dar el salto mortal será siempre inevitable, sea cual sea el grupo al que pertenezcas. Las personas del tercer grupo sencillamente no tienen tostadora o no la utilizan. De segundos y minutos improductivos (y cómo cambiar eso), trata precisamente este artículo.
Los principales fabricantes de tecnología nos intentan seducir cada año con nuevos productos. La oferta parece infinita y en ocasiones cuesta decidir. Sin embargo todos tenemos claro cuáles son los productos estrella que diseñan las empresas más punteras. Primero fue el ordenador, luego el smartphone y, desde no hace mucho tiempo, el reloj inteligente (smartwatch, en inglés y prácticamente ya en todos los idiomas) se ha ido introduciendo en la vida cotidiana de muchas personas. «¿Me compro un smartwatch?» O, «¿necesito un smartwatch?» Las dos son preguntas recurrentes en los usuarios, tecnófilos o no, que se han planteado en alguna ocasión la compra de un reloj inteligente. Sobre todo la segunda cuestión, sobre la necesidad (si es que existe alguna) o no de adquirir un smartwatch.