Tiempo de lectura: 2 minutos
Hace años tuve a un profesor que siempre aconsejaba no estudiar, ni siquiera repasar, el día antes de un examen. Aseguraba que, a pocas horas de una prueba, no tenía ningún sentido intentar asimilar aquello que no hubiéramos estudiado o practicado en las últimas semanas. La víspera de un día importante, decía, hay que dedicarla a distraer la mente y no hacer absolutamente nada relacionado con ese evento, y que en el caso de un examen, lo poco que pudiéramos aprender o memorizar apenas marcaba la diferencia en el resultado final.
En el fondo, tenía toda la razón, especialmente para aquel tipo de exámenes a los que nos enfrentábamos. Estar en contacto con los apuntes y ejercicios la noche anterior solo generaba una falsa sensación de seguridad y aportaba más bien poco, sobre todo, ansiedad. Lógicamente, para asegurar una buena calificación había que llegar al penúltimo día con el tema más que aprendido. Pero no al último.
Para las horas de desconexión en la víspera del examen, sugería siempre dar un paseo, leer cualquier otra cosa, hacer deporte o salir con amigos (con unos que no te recuerden constantemente el examen, claro está). Lo importante era despejar la cabeza y descansar, sobre todo por la noche, para disponer de energía al día siguiente.
Agosto termina y en unos días muchos nos incorporamos de nuevo a nuestro trabajo tras unas vacaciones. Por el motivo que sea, la vuelta al trabajo produce en algunas personas tanta ansiedad como podría suponer presentarse a un examen. Desde luego, la noticia estrella por esta época en todos los informativos es la del síndrome postvacacional. En estos casos, dedicar la víspera a desconectar (más todavía si cabe) parece una gran idea.
Si llegados a este día no hemos puesto en orden aquello que prometimos organizar, mejor dejarlo. Si no hemos avanzado aquello que convenía tener listo para el primer día, ya no es el momento. El primer día llegará y pasará. Ya tendremos oportunidad de adaptarnos al ritmo de trabajo.
Se me ocurren varias cosas que podemos hacer justo el día antes de incorporarnos al trabajo. La cuestión es estar ocupado en otros asuntos y evitar la tentación de echar un vistazo a cualquier asunto de trabajo.
- Apagar el teléfono móvil es una medida muy efectiva para empezar a desconectar de verdad.
- Alejarnos de otros dispositivos que nos unen al trabajo, sobre todo para evitar consultar mensajes y documentos relacionados con nuestra actividad profesional.
- Esconder la agenda y las listas de tareas. Mejor guardarlas ya para el día siguiente.
- Salir de excursión o simplemente a dar un paseo. Andar y respirar, básicamente.
- Enfrascarse en un buen libro durante unas cuantas horas, ese que no hemos logrado terminar durante las vacaciones.
- Hacer ejercicio físico, pero fuera de casa si es posible.
- Estar en familia.
- Dejar de lado redes sociales y noticias al menos por un día.
- Terminar el día viendo alguna película.
- Escribir. Quizá este día de desconexión es el mejor momento para dejar por escrito algunas reflexiones e ideas para proyectos y objetivos personales. Pensar en ellos nos hará sentir bien y empezar con energía.
Esta víspera desconectada debería ser un ritual cada vez que nos incorporamos de nuevo al trabajo tras unas vacaciones.
Ilustraciones | Lectura y naturaleza | Descanso
Sé el primero en comentar